Once años sin Gustavo Cerati: el legado que sigue vivo en toda Latinoamérica

Este 4 de septiembre se cumplieron once años de la muerte de Gustavo Cerati, una fecha que cada año convoca recuerdos, homenajes y nuevas lecturas sobre su legado. La noticia de su fallecimiento en 2014 recorrió el continente entero, marcando a varias generaciones que lo habían visto crecer como líder de Soda Stereo y consolidarse después como uno de los músicos más influyentes de América Latina.
A más de una década de aquel día, su obra sigue resonando en distintos rincones del mundo: en playlists que lo mantienen vigente, en murales que lo retratan desde Ciudad de México hasta Santiago de Chile, o en festivales que celebran su música como un patrimonio compartido. En Buenos Aires, su tumba en el Cementerio de Chacarita se ha convertido en punto de encuentro de fanáticos que viajan desde otros países para rendirle tributo.
Las flores, los mensajes escritos en papeles improvisados y hasta los versos cantados en voz baja acompañan cada visita. Allí confluyen voces de distintos acentos, todos unidos por canciones que trascendieron fronteras. Para muchos, acercarse a ese lugar es la forma de mantener vivo un lazo que, más que musical, se siente personal.
La historia de Cerati se tejió en Buenos Aires desde 1959, cuando nació en Barracas. En los años 80, junto a Zeta Bosio y Charly Alberti, dio vida a Soda Stereo, la banda que llevó el rock en español a escenarios masivos y que dejó himnos como De música ligera o En la ciudad de la furia. Tras la separación, su carrera solista reafirmó su creatividad con discos como Amor amarillo, Ahí vamos y Fuerza natural.
En mayo de 2010, un accidente cerebrovascular lo dejó en coma después de un concierto en Caracas. Cuatro años más tarde, el 4 de septiembre de 2014, su muerte provocó un duelo colectivo: Argentina decretó dos días de luto y el mundo de la música lo despidió con homenajes que aún continúan.
Hoy, once años después, Cerati sigue sonando en cada rincón de Latinoamérica. Y aquella despedida en River, con el eterno “Gracias… totales”, se reafirma como la síntesis de un legado que nunca se apagará.