El 19 de noviembre de 1984, un estruendoso estallido sacudió San Juan Ixhuatepec, conocido como San Juanico, una comunidad industrial ubicada al norte de la Ciudad de México. Lo que comenzó como una madrugada común se transformó en una de las tragedias más devastadoras en la historia del país, cuando una serie de explosiones en la planta de almacenamiento de gas de Petróleos Mexicanos (Pemex) dejó un saldo de cientos de muertos y miles de heridos, además de una profunda marca en la memoria colectiva.
Eran cerca de las 5:30 a.m. cuando el primer estallido sacudió el área. Las llamas, alimentadas por el gas licuado de petróleo (GLP) almacenado en 54 esferas y cilindros de gran capacidad, rápidamente envolvieron la planta y las viviendas cercanas. Las explosiones fueron tan potentes que se sintieron a kilómetros de distancia, rompiendo ventanas y derribando estructuras en comunidades vecinas. Según testigos, el cielo se iluminó como si fuera de día, mientras columnas de fuego y humo negro se alzaban sobre la zona.
Las imágenes de aquella mañana mostraban escenas desoladoras: familias huyendo de las llamas, personas con graves quemaduras y cuerpos inertes esparcidos en las calles. Las autoridades, abrumadas por la magnitud del desastre, tardaron en responder con efectividad. Los cuerpos de rescate, conformados por bomberos, paramédicos y voluntarios, hicieron lo posible por controlar el fuego y auxiliar a los heridos, pero la situación era crítica. Las explosiones continuaron por casi cuatro horas, agravando el número de víctimas y la destrucción.
El impacto y las cifras
El saldo oficial de la tragedia es todavía objeto de controversia. Las cifras del gobierno reportaron alrededor de 500 muertos y más de 7,000 heridos, aunque sobrevivientes y organizaciones civiles sostienen que las víctimas fatales podrían haber sido muchas más. Más de 60,000 personas fueron evacuadas de las zonas aledañas, y cientos de viviendas quedaron destruidas o severamente dañadas, dejando a miles sin hogar.
La tragedia de San Juanico evidenció fallas graves en las medidas de seguridad industrial y la regulación del almacenamiento de materiales peligrosos en zonas urbanas densamente pobladas. Se descubrió que las instalaciones de Pemex no contaban con las protecciones adecuadas para evitar o mitigar un desastre de esta magnitud. Además, la respuesta de emergencia fue ampliamente criticada, ya que la falta de preparación y recursos agravó las consecuencias del siniestro.
Un legado de dolor y lecciones
A 40 años de la catástrofe, San Juanico sigue siendo un recordatorio de los riesgos asociados con la industria energética y la necesidad de políticas preventivas más estrictas. La tragedia impulsó algunas reformas en materia de protección civil y seguridad industrial, aunque las heridas físicas y emocionales persisten entre los sobrevivientes y las familias de las víctimas.
El recuerdo de San Juanico es un llamado constante a la responsabilidad en la gestión de materiales peligrosos y la importancia de proteger a las comunidades frente a riesgos industriales. Las voces de quienes vivieron aquel infierno siguen exigiendo justicia y mejoras, para que una catástrofe así no vuelva a repetirse.