Con el cierre del año, en muchas casas de México se repite una escena conocida: velas encendidas, maletas junto a la puerta, uvas listas y billetes doblados en la cartera. Más allá de la celebración, los rituales de fin de año forman parte de una tradición que mezcla creencias ancestrales, costumbres populares y el deseo de empezar “con el pie derecho”.
Uno de los rituales más extendidos es el de las uvas, heredado de España pero adaptado al contexto mexicano. Comerlas al ritmo de las campanadas simboliza la intención de marcar objetivos para cada mes. En muchas familias no falta quien diga “pide bien tu deseo” o quien se atrase y termine riéndose del intento.
Para atraer dinero y estabilidad, el uso de billetes en la cartera o lentejas en los bolsillos es común. Algunas personas barren la casa hacia afuera para “sacar lo viejo” y luego colocan monedas en la entrada. En mercados y tianguis, sobre todo en el centro del país, se venden veladoras y amuletos que prometen abundancia, porque “más vale prevenir”.
La salud también tiene su espacio. Encender velas blancas o darse baños con hierbas como ruda, romero o albahaca es una práctica ligada a saberes tradicionales. Estas costumbres tienen raíces prehispánicas, donde las plantas se usaban para equilibrar cuerpo y espíritu, y siguen vigentes en comunidades rurales y urbanas.
El ritual de la maleta para atraer viajes se ha vuelto popular en las últimas décadas. Dar la vuelta a la cuadra con una maleta vacía representa el deseo de movimiento y nuevas experiencias. No falta quien lo haga rápido “para que sí funcione”.
En estados como Oaxaca, Puebla, Veracruz y Ciudad de México, estas prácticas se mezclan con mercados de fin de año, rezos, limpias y reuniones familiares. Aunque no todos creen en su efecto, muchos coinciden en que los rituales ayudan a cerrar ciclos y arrancar otro con ánimo.

