Los cambios políticos en México son un espejismo. Lo fueron en el 2000 y lo fueron en el 2018. Los libros del México moderno dirán que pasó el PRI, el PAN y Morena, pero más allá de las siglas, no ha habido un cambio en la administración del país.
Los que estuvieron, los que están y los que estarán el próximo sexenio, están formados bajo la misma dinámica de la administración pública que tiene nuestro país desde el viejo régimen priísta.
No hablamos de ideales sino de ejecución. Porque una cosa es lo que dicen en los mítines, en los banderazos, en los protocolos o en los informes, y otra muy distinta es lo que se hace con la administración del país.
Recientemente platiqué con un morenista de cepa, de esos que sí caminaron con el movimiento en 2005 cuando López Obrador buscó la silla grande, y a la única conclusión a la que llegamos fue que el país no ha cambiado.
–”¿Entonces fue una transformación sin transformación?”, pregunté.
–”Estamos en el camino”, atajó.
Mi estimado lopezobradorista solamente pudo agregar que la transformación no se iba a lograr en un sexenio. Entonces, ¿Cuántos sexenios se necesitan para transformar un país?. El PAN tuvo dos.
Haciendo un sesudo análisis de escritorio, de esos que les gustan a los que leen las columnas y a los que las escribimos, puedo concluir que el problema viene de la formación y de la ejecución.
Estamos en una era de políticos que tuvieron un papá, un tío, un primo, un abuelo o un maestro que era del viejo PRI, incluso, muchos de ellos fueron militantes del otrora partidazo.
Por ello hoy vemos tanta camaradería. Todos se formaron en la misma escuelita tricolor y los que no, se han acoplado a esa misma forma de hacer política.
Muchos de los diputados y senadores, solamente son políticos que obedecen los intereses que más les convienen para seguir perpetrando el poder. Al igual que antes, no piensan en lo que es mejor para la gente, solamente ven lo que se necesita para fortalecer la estructura ya existente.
Entonces, con una perspectiva tan negativa, ¿Qué nos queda como votantes?
Somos la mayoría débil, porque gracias a millones, unos miles se preservan en el poder. Nuestra única salvación parece ser la fé que tenemos en que los nuevos políticos rompan el ciclo, que reciban en casa una formación humana, de servir y no de servirse.
Dicho esto, coincido con mi amigo morenista y esto no cambiará en un sexenio, tampoco en dos. ¿Algún día lo hará? Esperemos.
*Las expresiones aquí vertidas obedecen exclusivamente a quienes las escriben y no a la línea editorial de callejero.mx