Este domingo, las familias cristianas y católicas de todo el mundo encendieron la primera vela de la corona de Adviento, un símbolo que marca el inicio de la temporada de preparación espiritual para la Navidad. Este gesto, cargado de significado, es una invitación a la reflexión, la esperanza y la renovación de la fe.
La corona de Adviento, que tiene sus raíces en tradiciones germánicas cristianas del siglo XVI, está formada por un aro de ramas verdes que simbolizan la vida eterna y la presencia divina. Sobre ella se colocan cuatro velas, cada una con un significado particular, representando las semanas de Adviento. Tres velas son de color morado, que alude a la penitencia y la espera, mientras que la cuarta, de color rosa, se enciende el tercer domingo como un signo de alegría por la proximidad de la Navidad. En algunas versiones, una quinta vela blanca, conocida como la “vela de Cristo”, se enciende el día de Navidad.
La primera vela, encendida este domingo, simboliza la esperanza, recordando las profecías del Antiguo Testamento sobre la llegada del Salvador. Durante las celebraciones en hogares, iglesias y comunidades, el encendido suele ir acompañado de lecturas bíblicas, cánticos y oraciones que invitan a preparar el corazón para recibir a Jesús.
En muchos hogares, la corona de Adviento se convierte en el centro de reuniones familiares semanales, donde se reflexiona sobre valores como la fe, la caridad y la paz. Más allá de su aspecto religioso, esta tradición también fomenta el fortalecimiento de los lazos familiares y comunitarios, en un mundo cada vez más acelerado.
Con el encendido de esta primera vela, dicta la tradición que inicia un tiempo de espera activa y alegre, en el que los fieles buscan renovar su espíritu y abrirse al mensaje de amor y redención que trae consigo la Navidad. Esta tradición, sencilla pero profunda, simboliza que en la oscuridad siempre hay una luz que guía el camino, según esta tradición religiosa